miércoles, 16 de marzo de 2011

CUARESMA, camino de conversión hacia la PASCUA

A todos los jóvenes y asesores de JMV de Latinoamérica:

Queridos Jóvenes y asesores de JMV, como Iglesia iniciamos un nuevo tiempo litúrgico denominado CUARESMA, tiempo de gracia que nos regala el Señor, para prepararnos con alegría a la celebración de los misterios de nuestra salvación: “Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión de nuestro Señor Jesucristo”. Que este tiempo nos ayude, desde ya, a vivir una auténtica conversión del corazón para caminar enraizados en Cristo culmen y fuente de nuestra fe y de la vida cristiana.

La Cuaresma, además de invitarnos a la conversión, nos recuerda el amor inmenso que Dios nos tiene y que por eso nos invita a asumir el reto de la santidad, imperativo al que nosotros, como discípulos del Señor, no podemos renunciar. Seríamos bastante ingenuos si pretendiéramos vivir la santidad alejados de lo que somos (hijos de Dios y miembros de la Iglesia), de nuestra realidad concreta (evangelizadores de los pobres en JMV), y de las notas que nos caracterizan como asociación (laicos, eclesiales, misioneros, marianos y vicentinos). Seríamos ingenuos si no nos atreviéramos a discernir en nuestra vida de fe, aquellas situaciones de pecado que impiden en nosotros, un crecimiento humano y espiritual.

Tengamos en cuenta que la conversión, en el tiempo fuerte de la cuaresma, no es solamente ponerse ceniza, guardar abstinencia de carne, y hacer penitencias o dar limosnas. La conversión es una transformación absoluta de la mente y el corazón, de todo nuestro ser, así lo expresa el profeta Ezequiel cuando dice: “Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud de la justicia, él mismo salva su vida si recapacita y se aparta de los delitos cometidos; ciertamente vivirá y no morirá”. Es necesario pues llegar hasta los últimos rincones de nuestra personalidad en el camino de conversión. Es necesario examinar incluso hasta nuestros sentimientos que son los que muchas veces nos traicionan, ¿verdad?.

Hermanos, ¡cuántas veces, nuestros anhelos de perfección se han visto carcomidos por los sentimientos!, ¡Cuántas veces el interés por los demás, porque los demás crezcan, por ayudarlos se ha visto arruinado por los sentimientos!; ¡Cuántas veces nuestro deseo de una mayor entrega a Cristo se ha visto totalmente apartado del camino por culpa de nuestros sentimientos!; y no porque ellos sean malos, porque son un don de Dios, y como don de Dios, tenemos que hacerlos crecer y enriquecernos con ellos, sino porque muchas veces olvidamos que las decisiones en la vida se toman en libertad y con la voluntad. Frente a esta realidad me preguntarás: ¿y qué hemos de hacer?, ¿Cuál es el camino a seguir?. El camino es el examen de conciencia, el reconocer que los sentimientos aparecen y desapareen en nuestra vida por hechos concretos que nos tocan vivir: “Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene una queja contra ti, deja tu ofrenda, y ve a reconciliarte con tu hermano, después presenta la ofrenda”. Así es hermanos, entrar constantemente dentro de nosotros mismos y vigilar nuestra conciencia es el camino necesario, para dominar nuestros sentimientos, de tal manera que no perdamos nada de la riqueza que ellos nos puedan aportar, pero tampoco nos dejemos arrastrar por su corriente, que muchas veces nos llevan tan lejos de Dios y de los hermanos.

Queridos jóvenes y asesores, el camino de conversión en la vida no es fácil, pero tampoco imposible, exige de nosotros una gran apertura del corazón, exige estar dispuestos, en todo momento, a cuestionarnos y a enriquecernos. Hagamos pues, de la Cuaresma un camino de enriquecimiento, un camino de encuentro más profundo con Cristo y con los hermanos, un camino en el que al final, la Cruz de Cristo haya tocado todas las fibras y resortes de nuestro corazón.

Bendiciones.

P. Arturo Aguirre Rojas, C.M.
Director Nacional de JMV, y
Asesor Latinoamericano de JMV

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